El domingo por la noche desfilaron por la alfombra roja más esperada del año varios de los artistas más importantes del momento. Para el final de la noche, muchos resultaron ganadores y se llevaron a casa la preciada estatuilla que otorga la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos.
Para otros, el glamour quedó en ese mágico paseo entre las cámaras antes del show, aunque si por algo se caracterizó esta vez fue precisamente por la falta de magia. Este año los vestidos fueron una profunda decepción para quienes siempre miramos la moda de los Oscars con atención.
Los Oscars marcan además varias de las tendencias de estilo que se verán el resto del año. Esta vez abundaron los escotes strapless sin adornos ni grandes collares. Los diamantes quedaron sobre todo en los pendientes de las actrices, que se animaron a acompañarlos con peinados recogidos y de muy bajo perfil.
La que rompió la regla fue Naomi Watts, enfundada en Armani Privé con strapless recto pero con una inmensa gargantilla de brillantes.
Y algunas más osadas, como Charlize Theron (Dior) y Olivia Wilde (Valentino), se animaron a escotes super profundos. Las dos acertaron, o por lo menos fueron de las que más elogios cosecharon en una noche con pocos destaques.
Al igual que en los Grammys, el “side boob” y los altos tajos que dejan ver una de las piernas, estuvieron a la orden del día. Fue por ejemplo el caso de Rachel McAdams (August Getty) que también tuvo excelentes repercusiones.
Algo que también quedó en claro fue que no fue el año del color. Varias celebridades eligieron el blanco o el negro, seguido de plateados, peltres y grises con brillantes y materiales tornasolados.
Jennifer Garner rockeó el negro en Versace, por ejemplo, y Julianne Moore en Chanel.
Jennifer Lawrence, por su parte, en mi opinión no la pegó con este diseño de Dior.
Pero Kerry Washington es la que se animó a los dos, en Atelier Versace. Provocó odios y alabanzas la reina del “Scandal”.
Al principio, un vestido en blanco inmaculado que dio que hablar fue el Zuhair Murad de Priyanka Chopra que se ve en la foto más arriba.
Rooney Mara, con un look muy similar by Givenchy, le robó luego algo de protagonismo.
El azul fue otro de los repetidos, empezando por Watts y pasando por Mindy Kaling, y la que mejor lo llevó, en mi humilde opinión, Brie Larson (Gucci) aunque recibió también muchísimas críticas.
En este marco de desolación, se destacó muy fácil el Louis Vuitton amarillo custom made de Alicia Vikander, aunque en las redes sociales la mataron comparándola con Bella, la princesa de Disney.
El verde esmeralda fue elegido por dos de las principales nominadas de la noche, McAdams y Saoirse Ronan (Calvin Klein). A esta última puede reprochársele, en mi opinión, ese peinado despeinado de adolescente, muy básico para los Oscars.
El Stella McCartney de Olivia Munn cosechó elogios por su sencillez pero también algunas críticas por su falta de osadía.
En cuanto a la joyería, los que dividieron a la audiencia fueron tanto el “choker” de Wilde y el “arte” que llevó en las manos una ex conductora de la ceremonia de los Oscars, Whoopie Goldberg.
Finalmente, Sofía Vergara y Heidi Klum, ambas en Marchesa, son dos looks que realmente no entendí.
Kate Winslet parece haber inspirado su look “vinílico” de Ralph Lauren en una bolsa de residuos gigante, y nuevamente, el peinado de “recién levantada”.
Algunas simplemente aburrieron. Por ejemplo, Emily Blunt, en Prada rosa y luciendo su embarazo, aunque siempre es de mis preferidas para la estatuilla por mero cariño personal. Y Reese Witherspoon, en violeta strapless de Oscar de la Renta, sin sorpresas.
Y todas esperaban a Cate Blanchett. Siempre de las mejor vestidas. Con un color casi exclusivo para ella (nadie en la alfombra roja repite el color de Cate). Pero este año, me duele decirlo, las flores de ese Armani le jugaron en contra.